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29.7.15

Piglia en Acción, tercera parte

Las dos entradas anteriores de este blog en la que se comparan pasajes de una crónica del diario Acción de Montevideo, de 1965, y otros de la novela Plata quemada de Ricardo Piglia, tuvieron cierta repercusión local e internacional, ya que fueron reproducidas o citadas por diversos medios de prensa.

1) Piglia en Acción
2) Más Piglia en Acción

En algunos medios se dijo que lo realizado por Piglia es un plagio. Yo evité usar esa palabra u otro adjetivo. Sé cómo son las cosas en el periodismo, pero en la literatura hay más de una opinión sobre estos temas. Y preferí mostrar los hechos, sin emitir opinión.
Fabián Banga, profesor de literatura en el Berkeley City College, de California, me escribió a través de Twitter. Me dijo que los dos artículos escritos en este blog le resultaban interesantes y que los compartiría con sus colegas. Agregó que se equivocan quienes señalan que se trata de un plagio de Piglia, ya que el autor advierte en el epílogo de su novela que usó artículos periodísticos, entre otros medios del diario Acción.
Banga me envió por Twitter la foto de la página:




Admito que no volví a leer el epílogo de la novela antes de escribir las dos entradas de mi blog sobre este tema (sí lo había leído anteriormente, pero no recordé el pasaje de las citas).
Quizás se deba a que el epílogo de Plata quemada es muy complicado de digerir para un periodista.
La página que me envió Banga es un buen ejemplo: en ella es difícil que el lector sepa qué es verdad y qué es mentira.
Dice que la policía uruguaya colocó micrófonos en el apartamento donde se desencadenó la batalla contra los pistoleros, y eso es mentira. En ese procedimiento policial todo fue apurado, desorganizado, un verdadero caos como saben los que leyeron Liberaij. Por eso nadie grabó nada de lo que ocurrió dentro del apartamento y por lo tanto Piglia no pudo escuchar nunca ninguna grabación.
En el epílogo Piglia dice también que conoció la historia de boca de Blanca Galeano, que había sido novia de uno de los pistoleros, durante un viaje en tren a Bolivia.
Galeano existe y de verdad fue novia de uno de los pistoleros, pero jamás viajó en tren a Bolivia y nunca habló con Piglia. Los hechos falsos que Piglia le adjudicó en el epílogo de su novela hicieron que Galeano le entablara un juicio -donde el escritor admitió que no había hablado nunca con ella- y que el filósofo Tomás Abraham escribiera un brillante ensayo donde cuestiona los límites éticos de jugar con la verdad y la mentira en la literatura y en la vida de la gente.
Al parecer, una de las pocas cosas ciertas del epílogo es cuando Piglia escribe: "He reproducido libremente esos materiales" (refiriéndose a las notas de prensa).
(Cabría preguntarse cómo hace el lector para saber cuándo un dato es verdadero y cuándo no, pero dejo esa pregunta en mano de los especialistas).
Más allá de la estupenda crónica de Acción que se citó en las dos entradas anteriores, he encontrado otros ejemplos. En estos casos, no son notas memorables. Son típicas crónicas policiales sin brillo literario. Piglia las tomó, las editó, las hizo lucir generalmente un poco mejor y las incluyó en su libro, sin citas.
Encontré otras de Acción y de El Día antes de decidir no seguir buscando más. Es posible que haya otras.

Acción, 6 de noviembre de 1965.
Otra prueba de que se hallan en situaciones psíquicas anormales por el consumo de drogas es que, hallándose en una situación tan difícil, anoche cuando el Jefe de Policía les intimó a rendirse respondieron:
-No; si nosotros estamos muy bien aquí... estamos comiendo pollos y tomando whisky, mientras ustedes están ahí, abajo, pasando hambre. Suban que los invitamos...!

Plata quemada
Otra prueba de que se encuentran en situaciones psíquicas anormales por el consumo de drogas es que hallándose en una situación tan difícil, hoy (por ayer) a la noche, cuando el jefe de policía les intimó a rendirse respondieron:
-No; si nosotros estamos muy bien aquí, estamos comiendo pollo y tomando whisky, mientras ustedes están ahí abajo, pasando hambre.
- ¡Suban que los invitamos...!

Acción, 6 de noviembre de 1965.
Sorprende que estos temibles bandoleros tuvieran en su poder semejante arsenal y la Policía se pregunta cómo pudieron entrarla al país y cómo se desplazaron de un lugar a otro de la ciudad con tales armas y tantos miles de proyectiles encima.

Plata quemada
Sorprende que estos temibles bandoleros tengan en su poder semejante arsenal y la Policía se pregunta cómo pudieron entrarla al país y cómo se desplazaron de un lugar a otro de la ciudad con tales armas y tantos miles de proyectiles encima.

Acción, 6 de noviembre de 1965.
Finalmente, con los planos del edificio en la mano, se buscó un nuevo recurso: hacer una perforación -a cargo de bomberos- en el piso superior, que diera en el techo del apartamento 9 y por el mismo inundar el apartamento con una manguera y seguir arrojando bombas de gases

Plata quemada
Finalmente, con los planos del edificio en la mano, se buscó un nuevo recurso: hacer una perforación -a cargo de bomberos- en el piso superior, que diera en el techo del apartamento 9 y por el mismo atacar a los sitiados.

Acción, 6 de noviembre de 1965
La escalera gigante del Cuerpo de Bomberos fue adosada al balcón del segundo piso y por la misma fueron sacadas las familias que soportaron durante tantas horas una situación de angustia. así vimos bajar a señoras que mostraban rostros pálidos de terror y, como nota emotiva, una de ellas exigió que para salvarla también había que sacar a su perrito de raza pequinés, que fue puesto en un patrullero policial junto con su dueña, sobre la calle Maldonado.

Plata quemada
La escalera gigante del cuerpo de bomberos fue adosada al balcón del segundo piso y por ahí fueron bajando, de espaldas a la calle, las familias aterradas, que habían soportado durante tantas horas una situación de extrema angustia. Así se vio bajar a señoras que mostraban rostros pálidos de terror y una de ellas exigió que para salvarla también había que sacar a su pequeño perrito de raza pequinesa que fue puesto en un patrullero policial junto con su dueña, sobre la calle Maldonado.

El Día, 7 de noviembre de 1965
Alimentado por un motor rodante de Bomberos, se introduce en la finca vecina un martillo neumático. Se le lleva al corredor del segundo piso que da precisamente sobre el techo de uno de los dormitorios del apartamento 9. Se aplica el martillo; se trabaja afiebradamente y en pocos minutos se practica un boquete, semicircular, pequeño. Los pistoleros tratan en vano de impedir esta tarea apenas vieron que el boquete abría luz. El intensísimo fuego, a través de las ventanas que dan sobre el pozo de aire les impedía colocarse en posición de acertar con sus balas el boquete y alcanzar a los operarios. De este momento sus minutos quedaron contados. Por el boquete, con matemática precisión, se arrojaron varias botellas conteniendo nafta a la que se aplicó fuego mediante una mecha. Como se vio después, tomaron fuego las tablas del piso, diversos objetos, los muebles y ropas.
La atmósfera se hizo irrespirable. Por el boquete, además, se les hizo fuego y lo mismo desde el apartamento 11, situado más allá del ocupado por los pistoleros.

Plata quemada
Alimentado por un motor rodante fue introducido en la finca un martillo neumático. Se lo llevó al corredor del segundo piso que da sobre el techo de uno de los dormitorios del apartamento 9.
Se aplica el martillo, se trabaja febrilmente y los pocos minutos se abre un boquete. Los pistoleros tratan de impedir esta maniobra apenas ven que el boquete abría luz. El intenso fuego a través de las ventanas que dan sobre los pozos de aire les impedía colocarse en posición de acertar con sus balas y alcanzar a los obreros
A partir de ahí sus minutos quedaron contados. Por el boquete se arrojaron varias botellas conteniendo nafta a la que se les aplicó fuego mediante una mecha. Como se comprobó después, se incendiaron las tablas del piso, diversos objetos, los muebles y ropas. La atmósfera se hizo irrespirable.
Por el boquete además se les disparó y lo mismo desde el apartamento 11, situado junto al ocupado por los pistoleros.

El Día, 7 de noviembre de 1965
Es de señalar que se habían arrojado algunas granadas de pequeño poder pero, finalmente, se optó por una muy potente, peligrosa de enviar, si no había seguridad en la colocación. Tenemos entendido que esta labor la realizó el comisario Uruguay Genta que, con riesgo de su vida, la deslizó -más que tirarla- por el tragaluz del baño que comunicaba los apartamentos 9 y 3. El artefacto estalló con precisión y dio muerte al pistolero Brignone o lo obligó a lanzarse hacia el living, donde lo alcanzó una ráfaga de ametralladora.

Plata quemada
La policía arrojó algunas granadas de pequeño poder pero al final se optó por una muy potente, peligrosa de enviar, si no había seguridad en la colocación. El comisario Lincoln Genta la deslizó por el tragaluz del baño que comunicaba los apartamentos 9 y 13. El artefacto estalló con precisión y obligó a Brignone a lanzarse corriendo hacia el living donde lo alcanzó una ráfaga de ametralladora cerca de la puerta del baño.


Como se puede apreciar, a estas crónicas no muy lucidas, Piglia le aplicó el lápiz corrector de un buen editor.
No lo hizo así con la brillante crónica anónima de Acción del 6 de noviembre de 1965 que, reproducida casi sin cambios, termina siendo una de las mejores páginas de Plata quemada.
En el amable e instructivo intercambio en Twitter con el profesor Banga, éste me señalaba que justamente lo atractivo de esta novela es la ruptura de límites entre la realidad y la ficción.
No tengo dudas de que en el campo de la literatura de ficción -de la que solo soy un agradecido lector- la opinión de Banga es mucho más sólida y relevante que la mía.
Yo soy periodista y por eso escribí Liberaij. Cuando leo un libro que dice contar hechos reales me gusta que sea exacto.  Cuando leo una obra de ficción me gusta que la haya escrito el escritor.
Y, en uno y otro caso, cuando hay citas me gusta que se sepa de quién son, de dónde fueron tomadas, dónde empiezan y dónde terminan. Y que vengan con comillas. Por favor.

21.7.15

Más Piglia en Acción

Tras la entrada anterior en la cual se consignaron algunos pasajes muy parecidos de una crónica de 1965 del diario Acción sobre el tiroteo del Liberaij y la novela Plata quemada de Ricardo Piglia, encontré otros pasajes de idéntica similitud:

Diario Acción, 6 de noviembre de 1965

A contramano, por la calle Canelones para abajo, con las sirenas ululantes, la ambulancia de Salud Pública iba a toda velocidad para el Maciel.
-Yo le di una patada... ¡Si me hubieran dejado matarlo...!!!
Las lágrimas corrían copiosas por la cara redonda y gruesa del policía del paisano, en una mezcla con el sudor, el calor de la tarde, el gas lacrimógeno que todavía se colgaba perezosamente de las copas de los árboles y el agrio olor de la sangre de dos policías más, muertos esta mañana en el umbral de la casa...

Plata quemada, Ricardo Piglia, Liberaij, diario Acción


Plata quemada, 1997

Las lágrimas corrían copiosas por la cara redonda y gruesa del comisario Silva, en una mezcla con el sudor, el calor de la tarde, el gas lacrimógeno que todavía colgaba perezosamente de las copas de los árboles y el agrio olor de la sangre de dos policías más, muertos esta mañana en el umbral de la casa...
A contramano por la calle Canelones hacie el sur, con las sirenas ululantes, la ambulancia de Salud Pública iba a toda velocidad para el Maciel. No me han podido matar y no van a poder matarme.


Plata quemada, Ricardo Piglia, Liberaij, diario Acción



Sobre este tema ver también la entrada anterior
En el epílogo de Plata quemada Piglia dice que reprodujo "libremente" pasajes de varios diarios. Ver aquí.

15.7.15

Ricardo Piglia en Acción

Para escribir Liberaij revisé las colecciones de todos los diarios que por entonces se publicaban en Montevideo, Buenos Aires y La Plata, más de una docena de publicaciones, la mayor parte de ellas hoy desaparecidas.
Cuando leía la crónica del tiroteo que publicó el diario Acción de Montevideo, varias cosas llamaron mi atención.

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Por un lado, era una crónica vibrante, de alta calidad periodístico-literaria, pero el cronista ni siquiera la había firmado. Aunque por fuerza debió ser escrita a vuelapluma, inmediatamente de terminado el feroz tiroteo, la destreza del periodista era llamativa y digna de ser admirada, 

Pero lo que más me llamó la atención fue que al leer la crónica sentí la viva sensación de ya haberla leído antes. Había imágenes poderosas, frases cargadas de simbolismo y violencia, palabras rara vez usadas en castellano, todas cosas que yo sentía ya conocer.

¿Cómo podía ser posible? ¿Dónde podía haber leído esa crónica antes?
Estuve días pensando en eso. Revisé recortes de otros diarios, apuntes, monografías sobre este caso policial, hasta que decidí volver a las páginas de la novela Plata quemada, del escritor argentino Ricardo Piglia, que se centra en este mismo episodio de la crónica roja rioplatense.
Ahí estaba la respuesta que estaba buscando.
En las páginas de Liberaij apenas consigné este asunto en una nota al pie, porque no quería que se impusiera por sobre el relato y la trama de mi libro. Ahora, un año y medio después de la publicación, no encuentro razones para no compartirlo:

Crónica del diario Acción de Montevideo del 6 de noviembre de 1965: 
“Se lanzó sobre el miserable una avalancha de pasión que fue casi imposible de contener.
Entre cuatro o cinco que nunca se sabrá quiénes son, el pistolero herido, el asesino, era un baño de sangre viva y palpitante todavía. La avalancha lo rodeó y millares de voces se alzaron hasta el sol pesado de la tarde pidiendo su muerte.
—¡Que lo maten!... ¡Mátenlo!... ¡Que lo maten!...
Nunca habíamos visto una cosa semejante, pero debemos decir también que ese momento de descontrol colectivo se justificaba por el daño terrible y cruelmente causado a la sociedad y a sus leyes.
El deseo de venganza, que acaso sea la primera chispa en el relámpago de la mente humana cuando está lesionada, corría con velocidad eléctrica por entre la muchedumbre.
Y la muchedumbre empujó: varios miles de hombres y mujeres de toda traza y tipo clamando la venganza.
Fueron inútiles entonces los propios cordones policiales y sobre el montón sanguinolento de Mereles y Brignone –ya no importa- llovieron de todas partes los golpes, las patadas, los puñetazos, los escupitajos y los insultos.
Eran las 14 horas y minutos de la tarde y la ambulancia donde lograron tirarlo se perdía en un mar humano de las cabezas con ira”.

Y luego en un recuadro:

 “El jefe de Policía habló y su voz fue una copa de aceite sobre la muchedumbre alucinada.
Pedía calma, pedía sosiego para la labor de la Justicia, pedía tiempo para la meditación y la pena profunda que viene ahora por la memoria de los muertos.
—Yo le di el último puñetazo —dijo el Jefe.
Y sobre las cabezas de la muchedumbre, mostró en el aire caliginoso de la tarde el puño derecho, tinto en sangre.

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Diario Acción, 1965

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Plata quemada, 1997


Plata quemada
“Se lanzó sobre el miserable una avalancha de pasión que fue casi imposible de contener.
Entre cuatro o cinco policías y periodistas lo golpearon con sus armas y sus cámaras, el pistolero herido era un baño de sangre viva y palpitante todavía, que parecía sonreír y murmurar. Santa María Madre de Dios ruega por nosotros pecadores, rezaba el Gaucho. Veía la iglesia y el cura que lo esperaba en la parroquia. Tal vez si pudiera confesarse podría hacerse perdonar, podría explicar al menos por qué había matado a la colorada, porque las voces le dijeron que ella no quería seguir viviendo. Pero él en cambio ahora quería seguir vivo. Quería volver a estar con el cuerpo desnudo del Nene, los dos abrazados en la cama, en  algún hotel perdido en la provincia.
La avalancha lo rodeó y cientos de voces se alzaron hasta el sol pesado de la tarde pidiendo su muerte.
—¡Que lo maten!... ¡Mátenlo!... ¡Que lo maten!...
Nunca se había visto una cosa semejante, en ese momento el descontrol colectivo se justificaba según algunos por el daño terrible y cruelmente causado a la sociedad y a sus leyes, por los delincuentes.
El deseo de venganza, que acaso sea la primera chispa en el relámpago de la mente humana cuando está lesionada, corría con velocidad eléctrica por entre la muchedumbre. Y la muchedumbre empujó: varios cientos de hombres y mujeres de toda traza y tipo clamando venganza.
Fueron inútiles entonces los propios cordones policiales y sobre el montón sanguinolento de Dorda llovieron de todas partes los golpes, las patadas, los puñetazos, los escupitajos y los insultos.
Por fin fue sacado del tumulto y llevado a una ambulancia para su traslado al Maciel. Eran las dos y cuarto de la tarde y la ambulancia donde lograron tirarlo se perdía en un mar humano.
Entonces el jefe de la policía argentina habló y su voz fue una copa de aceite sobre la muchedumbre alucinada.
Pedía calma, pedía sosiego para la labor de la Justicia, pedía tiempo para la meditación y la pena profunda por la memoria de los muertos.
—Yo le di el último puñetazo —dijo Soria.
Y sobre las cabezas de la muchedumbre, mostró en el aire caliginoso de la tarde el puño derecho, tinto en sangre.

Más pasajes aquí.
En el epílogo de Plata quemada Piglia dice que reprodujo "libremente" pasajes de varios diarios. Ver aquí.

30.3.15

Todos viajamos a Brasil

Buscando documentos para un libro que estoy preparando, di con un archivo digital muy interesante. En él figuran, entre muchos otros documentos, las visas para entrar a Brasil que se tramitaban en los años 40, 50 y 60.
Estaba, por ejemplo, el documento tramitado por mi abuelo, a quien no conocí, que viajó a Brasil cuando cumplió 25 años de casado.


Encontré también un dato que no había podido obtener cuando escribí Liberaij.  Entonces supe, porque así me lo contó su hija, que uno de los cuatro argentinos que protagonizaron aquella trágica historia policial, Roberto Dorda, había vivido un tiempo en Brasil durante su juventud. Pero las fechas exactas y la duración de la estadía de habían perdido de la memoria de la familia.
Pues bien, en esta base de datos, hallé el visado tramitado por Dorda para entrar a Brasil. Tenía 19 años.

Roberto Dorda , visa Brasil, Liberaij

Cuando salga una nueva edición de Liberaij, podré precisar este punto.
El hallazgo me llevó a muchos otros y a otros. Pasé muchas horas buscando. Entre los hallazgos abundan los deportistas, que viajaban con frecuencia a Brasil, como hoy, para participar de diversas competencias.
Por orden alfabético, según los apellidos, algunas de las personas cuyos documentos figuran en este curioso archivo:

Luis Artime
Luis Artime

Washington Cataldi
Washington Cataldi

José Pedro Damiani
José Pedro Damiani (I)

José Pedro Damiani
José Pedro Damiani (II)


Clemente Estable
Clemente Estable

Wilson Ferreira Aldunate
Wilson Ferreira
Schubert Gambetta
Schubert Gambetta

Alcides Edgardo Ghiggia
Alcides Edgardo Ghiggia

María Esther Gilio
María Esther Gilio (I)
María Esther Gilio
María Esther Gilio (II)
Dogomar Martinez
Dogomar Martínez

Roque Maspoli
Roque Máspoli
Tita Merello
Tita Merello
Zelmar Michelini
Zelmar Michelini

Oscar Moglia
Oscar Moglia

Carlos Páez Vilaró
Carlos Páez Vilaró

Renzo Pi Hugarte (I)
Renzo Pi Hugarte (I)
Renzo Pi Hugarte
Renzo Pi Hugarte (II)

José Piendibene
José Piendibene

Adela Reta
Adela Reta

Pedro Rocha
Pedro Virgilio Rocha

Juan Alberto Schaiffino
Juan Alberto Schaffino

Carlos Sole
Carlos Solé

Alberto Spencer
Alberto Spencer

Enrique Tarigo
Enrique Tarigo

Aníbal Trolio
Aníbal Troilo

Obdulio Varela
Obdulio Varela (I)

Varela
Obdulio Varela (II)

La dirección de la base de datos: https://familysearch.org/

20.3.14

Liberaij. La verdadera historia del caso Plata Quemada. Entrevistas, reseñas, críticas


Liberaij. Plata quemada. Mereles.
Un policía golpea con su zapato lustroso al moribundo Mereles,
cuando lo sacan del Liberaij. La foto la publicó el diario La Razón de Buenos Aires.
En Uruguay nadie la difundió.


Crítica en la revista digital MOOG, a cargo del periodista Luis Melgar:

Crítica en el diario La República, a cargo del periodista Hugo Acevedo:

Entrevista con el periodista Álvaro Carballo, en TNU (ex Canal 5):






Liberaij batalla porteños
Así quedó la cocina del apartamento 9 del Liberaij.
Foto del diario La Razón de Buenos Aires.



Crónica de la presentación de la primera edición del libro, a cargo del periodista Miguel Arregui en El País:

Asalto de San Fernando
Los hijos del agente Francisco Otero, asesinado en el asalto de San Fernando,
donde comenzó todo.
Foto del diario La Razón de Buenos Aires.


Entrevista en el programa Suena Tremendo, en radio El Espectador, con Juanchi Hounie y Diego Zas:

Entrevista con el periodista Jorge Traverso, en el programa Tiempo Presente, en radio Oriental:



Entrevista del periodista Valentín Trujillo en el diario El Observador:


18.3.14

Liberaij. La verdadera historia del caso Plata quemada.










Ayer presenté mi nuevo libro, Liberaij. La verdadera historia del caso Plata quemada. Fue un momento de mucha satisfacción, después de una investigación trabajosa, que procura reconstruir con la mayor precisión histórica aquel episodio policial que afectó por igual a Argentina y Uruguay en 1965.
Quiero agradecer a todos los que me acompañaron, me hicieron sentir muy feliz y rodeado de cariño. Y hacerlo en forma especial al periodista Jorge Traverso y a la psicóloga Claudia Dorda, hija de uno de los protagonistas de esta violenta historia, que compartieron conmigo la tarea de presentar el libro.
Para los que no pudieron ir, aquí se pueden ver algunos momentos.
El libro puede encargarse por mail desde esta página:



Las primeras palabras estuvieron a cargo de Virginia Sandro, editora y representante de editorial Sudamericana.



Luego Jorge Traverso habló del libro:



Traverso le pregunta a Claudia Dorda:



Y me pregunta a mí si conseguí todo lo que buscaba averiguar:



Y luego pregunta mi opinión sobre los libros periodísticos y el periodismo narrativo (yo le explico qué es lo que no me gusta de algunos libros hechos desde el periodismo), y sigue con Claudia Dorda:



Lo que parecía ser la despedida:



Cuando ya parecía que nos íbamos, varias personas del público (vecinas del edificio, la hija de uno de los policías muertos por los pistoleros) pidieron para intervenir. Aquí lo manifestado por una de las habitantes del Liberaij aquel día de 1965:




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